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Lo que me contó mí abuela (cuentos del folklore salvadoreño) (página 2)




Enviado por Jorge Joya



Partes: 1, 2

Abajo en la tierra, Sihuehuet estaba dando a luz al hijo del lucerito, un llanto más hermoso que el canto de un pájaro, llenó el ambiente de la casa, Sihuehuet vio a el niño más hermoso del mundo, tenía el pelo color amarillo como el oro, los labios rojos como el achiote, y su piel morena como la arena del mar, todos sonrieron de felicidad al ver a un niño tan hermoso.

Inesperadamente un fino rayito de sol, se filtró por la cerradura de la puerta. El día se volvió más brillante, y más caluroso que nunca, los rayos del sol quemaron todos los campos, las flores se marchitaron, los pájaros huían del calor insoportable.

Los hermosos campos se convirtieron en desiertos. Una fuerte voz creo el pánico en la casa, el Sol vio al niño y a su madre, y en ese instante un fuerte temblor estremeció la tierra.

El Sol con una rabia que nunca antes nadie viera, grito y maldijo a todos los que le habían mentido.

A los padres de Sihuehuet, los condeno a cargar una carreta, por el resto de la eternidad.

Al perrito que Sihuehuet más quería, lo convirtió en cadejo.

Vio al niño y al ver el parecido con el lucero, en ese mismo instante, condeno al lucerito a ser una estrella distante.

Con un rayo tomo al niño por los brazos, y le hizo crecer la cabeza, además de hacerle crecer el estómago, le volteó los pies hacia atrás y lo condeno hacer niño feo, durante toda la eternidad.

Al ver a la Sihuehuet amamantando a su hijo, se enfureció más, y hablo con una voz tenebrosa y dijo: A ti te condeno a ser una mujer hermosa, todo hombre se enamorara de ti, pero nunca podrás ser de nadie, y nadie te querrá, cada vez que alguien te vea, vera tu belleza, pero tan pronto se acerque a ti, te convertirás en el ser más horrible que jamás hayan visto, cada vez que un hombre se acerque a ti, tus pechos se harán flácidos, y crecerán hasta llegar a tus rodillas, tu cara será la cara de un caballo.

Te condeno a sufrir durante por toda la eternidad, y durante el día y la noche, y al verte me regocijare de ver tu sufrimiento, sufrirás día y noche. Desde este momento todos te conocerán con el nombre de "Siguanaba".

La luna que impotentemente había presenciado, y escuchado todo se horrorizo, y corrió donde Dios, y le explico todo.

Dios salió de una nube donde dormía placenteramente, y pregunto al Sol sobre lo que había ocurrido, y este le conto todo. Dios se enojó con el Sol y dijo, lo hecho, hecho esta, lo que se hace en la vida ni Dios puede cambiarlo, lo que uno hace nada lo puede cambiar, el daño que causas, nunca lo podrás reparar, cuando una mano se levanta y causa dolor a otro ser, el dolor es para siempre, quien causa el dolor olvida, pero quien lo recibe, lo recuerda por siempre.

¡Sol! no puedo cambiar lo que has hecho, las cosas que se hacen, Dios las perdona, pero no las puede cambiar, lo dicho, dicho esta, lo hecho, hecho esta, lo hablado, hablado esta.

Desde este momento prohíbo, a cualquier ser celestial bajar a la tierra, e interactuar con cualquier ser humano. Desde este instante la tierra será redonda.

A ti dios Sol, te condeno a nunca más dormir, y estarás por toda la eternidad, con tus rayos abiertos calentando la tierra, y nunca dejaras de dar calor a todos los seres de este planeta, y jamás un ser vivo te podrá ver a los ojos, todos te verán de reojo, y cada vez que lo hagan te acordaras de todo el daño que hiciste, cuando veas que todos se cubren los ojos cuando estés frente a ellos, sabrás que lo hacen porque tu luz les molesta, entonces te acordaras del daño que hiciste.

Tu lucerito no te puedo hacer lucero nuevamente, pero todas las noches, brillaras en el norte, y los seres humanos te buscaran para que los ayudes a encontrar su camino, los navegantes te buscaran para que los lleves a casa, y un día guiaras los reyes magos, a donde nacerá mi hijo, desde este momento serás la estrella polar del norte.

Luna tú que has tratado de ayudar a estos pobres desdichados, serás el única testigo de lo que pase entre los enamorados, muchos poetas, y muchas canciones hablaran de ti, y todos te podrán ver, y se maravillaran de lo hermosa que eres.

Cipitio mi bello niño, tu apariencia ha cambiado, pero serás por toda la eternidad un niño juguetón y cariñoso por momentos serás un niño bello, y por ratos el Cipitio y siempre te cuidare.

Tú mi pobre Siguanaba, no puedo hacer nada, porque existen cosas que ni Dios puede cambiar, nunca saldrás de día, el sol nunca sabrá que fue de ti, ningún hombre honesto te tendrá temor, ningún niño bueno, tendrá miedo de ti. Aparecerás por las noches, pero únicamente te verán, todos aquellos hombres o mujeres que sean infieles, únicamente te le mostraras a los adultos de mal corazón, pero nunca a un niño. Por las noches podrás ver a tu lucerito. Y por el día arrullaras a tu hijo el Cipitio. Tu querido perro el cadejo, siempre cuidara de ti y de tu hijo, y de todos los seres humanos de buen corazón.

Ustedes, dijo a los padres de la siguanaba, ustedes están condenados a halar esta carreta, la cual cargare con cabezas hechas de piedra. Además arrastraran estos grilletes con cadenas atadas a sus pies, que harán un sonido horrible cada vez que den un paso, todo esto lo harán por toda la eternidad, lo harán día y noche habrán, algunos que los escucharan, y otros no, pero ustedes siempre arrastraran estas cadenas, y halaran esta carreta llena de cabezas. La carreta representa su avaricia, las piedras es la forma que trataron a los demás, las cadenas las ataduras a las cosas materiales, que les hicieron olvidar la verdadera razón de la vida.

Desde ese instante la tierra se volvió redonda, y todos los seres celestiales, nunca más hablaron con el ser humano.

Juancito se sentó sobre la cama, con la lengua toco su paladar e hizo varios chasquidos, para luego decir: Hay abuela ese cuento no me cuadra. ¿Por qué? pregunto abuela.

Mira abuela dijo Juancito, si Dios lo puede todo, si Dios cura todo, si creo el mundo en 7 días, si Dios mira todo lo que haces, si Dios es omnipotente, ¿porque no pudo quitar todos las condenas que dio el dios Sol?

Juancito existen cosas en este mundo que nada, ni nadie puede cambiar. Todo ser humano es responsable de sus actos, cuando alguien hace algo bueno, o malo, tiene que saber que es para siempre, y que jamás se olvidará. Podrán perdonar el daño que hiciste, pero nunca lo olvidaran.

Si Dios todo lo malo que hacemos, lo cambiara por bueno, los seres humanos nos volveríamos más salvajes de lo que somos, y haríamos daño a diestra y siniestra, porque sabríamos que siempre hay alguien que lo malo lo volvería bueno.

Dios está ahí pero él no puede cambiar las acciones de otros, el corazón es nuestro, los pensamientos son nuestro, lo que hacemos es nuestro, Dios lo único que puede hacer es ver y esperar.

Juancito abrió su boca de una forma exagerada, estiro sus bracitos bostezo, y dio un beso a su abuela diciendo, buenas noches abuelita, este sueño me está matando, ya mañana será otro día en mi larga vida de penurias. ¡Ha! ojala y todos los otros estudiantes, se hayan olvidado de mi cagada, de "uno más uno", es "dos unos", se metió bajo la sabana, se cubrió de pies a cabeza y durmió.

La abuela le revolvió el cabello, le bezo la frente y fue hacia a fuera de la casita. Aun había ropa que lavar, entre esas estaba la del niño, su nietecito tenía que ir con ropa limpia a la escuela.

Hay ese desgraciado gallo otra vez, despertando a quienes queremos dormir. Abuela me puedes traer unos algodones para metérmelos, en los oídos ese dichoso gallo me va a volver loco.

Juancito no digas eso el pobre gallo, está haciendo lo que la naturaleza le pide que haga, además no te voy a llevar algodones, primero no tenemos y segundo tienes que levantarte porque ya es hora de ir a la escuela.

Abuelita, cuando yo sea adulto y sea abogado, hare una ley, donde diga que las escuelas únicamente se abrirán los días jueves.

¿Porque únicamente los Jueves?, Juancito. Mira abuela, Los Lunes estamos cansados de jugar, todo el domingo, los martes, apenitas se nos pasa el cansancio, de los lunes, los miércoles ya estamos bien descansados, y los jueves no tenemos nada de que descansar. Pero los viernes tenemos que descansar, porque los jueves fuimos a la escuela, los sábados y domingos son fin de semana, y esos días no se estudia.

Está bien Juancito eso lo arreglas, cuando seas adulto. Pero mientras eso ocurre, tienes que ir a la escuela de lunes a viernes, te guste o no te guste.

Abuela si el gallo no viviera en este pueblo, ¿me levantarías para ir a la escuela? Juancito con gallo o sin gallo, tienes que ir a la escuela.

Hay abuela la vida en esta casa es una esclavitud, nadie tiene libertad para hacer lo que quiere.

Juancito, se vistió, tomo su desayuno y se dirigió a la escuela. Mientras su abuela se quedaba en la casa haciendo todo lo que un ama de casa puede hacer, fue al mercado a comprar. El mercado del pueblo era como ir a un mundo diferente, todos corrían de un lugar a otro, vaya, vaya, lleve sus tomatitos están frescos, gritaba un vendedor de verduras, frutas y hortalizas. Pase doña Lucita decían a la abuela de Juancito.

El carnicero cada vez que la abuela de Juancito llega al mercado, trataba de virar hacia otro lado, para no hacer contacto visual con ella, ya que pensaba que la abuela de Juancito, estaría enojada por lo que hizo su hijo, al enamorar a la mamá de Juancito y llevársela a otra ciudad. Pero qué lejos estaba de la verdad, la abuela de Juancito, era incapaz de sentir rencor por ninguna persona.

¡Pase!, ¡pase!, acá tenemos los mejores precios, y los mejores productos, gritaban los vendedores. Todos conocían y estimaban a la abuelita, ya que la mayoría de comerciantes habían sido educados por ella. En el mercado se podía encontrar todo tipo de personajes, desde el sinvergüenza, que jugaba a encontrar la bolita, entre tres vasos de plástico, hasta el merolico, que con un micrófono viejo pregonaba sus productos, que podían curar, desde un dolor de cabeza, el reumatismo, y todas las enfermedades habidas y por haber.

Los domingos que Juancito iba al mercado con su abuela, mientras ella hacia las compras, él se paraba frente a los merolicos a escuchar, y aprender todos los disparates que decían y los aprendió al pie de la letra.

Cierto día cuando llegaron después del mercado, Juancito corrió hacia la casa, y pidió a la abuela que esperara antes de entrar, ella hizo caso y espero. Por toda la casa se escuchaban, los sonidos de toda clase de utensilios de cocina, golpeándose unos contra los otros. Cuando todo estuvo puesto como Juancito, salió corriendo e invito a entra a su abuela.

Para la sorpresa de la abuela, Juancito había puesto, ollas, sartenes, platos y un sin fin de utensilios de cocina sobre una sábana, se había puesto un sombrero viejo. Tan pronto la abuela entro, grito: Muy buenos días señores, señoras, señoritas, niños, niñas vendedores y vendedoras a ver señora dijo señalando a su abuela, hágase pa cá que les voy a ofrecer, los mejores productos, traídos desde los países más lejanos. hagan la rueda más grande, para que todos los que tengan, cedula de identidad puedan apreciarme, y vean las maravillas que les vengo a ofrecer, mire abuelita yo el mejor médico de la república, no le vengo a mentir, no le vengo a engañar, vengo a poner en sus manos la solución a sus problemas, si deja los calzones amarillos por la noche, si se levanta cada rato a orinar, si no tiene trabajo, si el marido, o la mujer le engaña, si el patrón no le quiere aumentar el sueldo, si los niños no aprenden, no comen, no hacen caso, yo le traigo la solución a todo.

Antes de pedirles su dinero les voy a mostrar a Chusito, es un animal peligroso que atrapé en el rio Lempa, es un animal peligrosísimo, que únicamente me hace caso a mí. Chusito, saldrá al dar tres palmadas, una palmada, dos palmadas, y Chusito no quiere salir de su agujero, pero mientras tanto, yo les voy a ofrecer, les voy a mostrar, les voy a presentar, a todos usted mi medicina, para curarlos para siempre, les prometo que sus hijos lombricientos, serán deslombrizados, con mi medicina, para que aprovechen las clases de la escuela, y no se queden dormidos en la banca del salón, y aprenden a leer y escribir de corrido, con la letra bien bonita, a usted señora, que ya está vetarróna, le voy a dar una medicina, para que pueda curarse de ese reumatismo que la está matando, a ver Juancito, llévale la medicina a la señora. Como ustedes saben que nada es gratis, si tiene un enfermito en casa, lo vamos a curar, para lo cual contamos con medicinas, que le quitan el dolor, las molestias, le devuelven el color de los cachetes, lo van a llenar de vida, curan el mal de ojo, la diabetes, el riñón, los ojos amarillentos, hasta curan el cáncer, Juancito por acá está otra señora que quiere medicina y ya saben por cada compra que hagan les pasaremos a regalar un bonito huacal, usted escoja el color, pero recuerde es uno por familia.

Al terminar todo su relato, Juancito, se inclinó de forma exagerada haciendo el saludo que hacen los artistas, cuando agradecen al público. Unas lágrimas saltaron del cansado rostro de la abuela, era increíble, la capacidad que tenía, Juancito para aprender todo. La viejecita le dio gracias a Dios por tener, a ese pedacito de persona para que le alegrara la vida. ¿Te gusto abuela? pregunto Juancito, me encanto dijo ella. Juancito se rasgó la cabeza como si estuviera pensando algo y dijo: abuela ya se, cuando sea grande seré embaucador como los merolicos. No dijo la abuela, estudiaras mucho para ser hombre de bien, no se puede pasar toda la vida engañando a la gente.

Como de costumbre de todo lo que Juancito, había sacado y puesto en el piso nada regreso a su lugar hasta que la abuelita, puso todo donde siempre debería haber estado.

Abuelita ya vine de la escuela, de puro milagro puedo caminar, traigo un hambre que me está matando, tengo tanta hambre que me comería un caballo enterito, grito Juancito. Estas de suerte dijo la abuela, hoy comeremos patitas de pollo en salsa de tomate, Yuppie, yuppie grito Juancito, para luego preguntar ¿abuela que estamos celebrando, mi cumpleaños es el próximo mes? No mi niño no celebramos nada, unicamente que hoy te quería sorprender con una comida diferente. Bravo abuelita, ahora si comeré como un rey, si mi príncipe dijo la abuela, pero primero hay que lavarse las manos. La abuela había comprado varias patas de pollo, que era lo poco que podía comprar con la pensión de miseria que tenía, una de las vendedoras del mercado le había dado muchas más patas que las que podía pagar, pero la vendedora no dijo nada simplemente envolvió las patas en papel periódico fingió pesar el paquete y dijo, son 75 centavos, los ojos de la viejita se llenaron de alegría y satisfacción, su nietecito este día comería algo más que frijoles. La abuela tan pronto llego a la casa abrió el paquete que contenía las patas de pollo y para su sorpresa eran varias, agradeció a Dios y dijo. Al parecer los dos comeremos patitas de pollo. Tomo las patas y de una forma casi ritual fue cortando, cada una de las uñas.

Puso agua sobre la hornilla, tan pronto el agua alcanzo el punto de ebullición deposito las patitas de pollo por tres segundos, para luego retirarlas y removerles toda la piel, cuando hubo terminado, cortó varios tomates, en muchos pedazos, agrego algunas otras especies y deposito las patitas en un sartén, agrego el tomate y todo lo demás. El guisado estaba listo, y todo esto lo hacía con mucho amor, todo esto era para su Juancito.

Hay abuela esto esta súper, súper, súper delicioso dijo Juancito tan pronto se llevó el primer pedazo de comida a la boca. La abuela estaba feliz de ver la voracidad y el ahínco con que comía su querido nietecito.

Después de la comida Juancito se paró, se levantó la camisa, mostro el abdomen y se lo golpeo con las dos manos y dijo a su abuela y dijo: Hay abuela mira que feliz y contenta esta mi pancita, y te quiere dar un besito pero como no tiene boca, seré yo quien te de el beso, pero acuérdate no soy yo el que te besa es mi pancita. Acto seguido tomo a la abuelita por las mejillas y le planto un gran beso, su abuelita lo abrazo, y Juancito dijo hay abuela no me aprietes tan fuerte que me sacas la caca, volvió ha abrasar a su abuela y se sentó sobre su falda.

Juancito termina tus tareas de la escuela, se acerca la hora de dormir. Si abuela solo déjame escribir que La China está en Francia y termino. Como es eso Juancito, China no está en Francia son dos países completamente distintos además de estar lejos el uno del otro Francia está en Europa, y China está en Asia. Abuelita cada día me preocupo más por ti, ya se te olvida todo lo que enseñabas en la escuela. ¿Por qué dices eso Juancito? Pregunto la abuela, porque China está en Francia, no Juancito no es verdad ya te dije donde se ubican esos dos países. Si abuela si te lo digo es porque lo sé. Escuche al herrero decir que a su mujer le habían traído unos platos de china que los habían comprado en Francia. No Juancito no todo lo que se escucha es como lo dicen, ellos se referían a unos platos como estos, la abuela tomo dos platos de plástico y los mostro, lo único que son hechos de cerámica china y por error les dicen platos de china. Juancito lleno sus pulmones de aire y suspiro diciendo, abuelita que te dije yo soy caso perdido, yo no sirvo para la escuela. No mi nietecito tu eres el ser más inteligente de este pueblo, que digo pueblo, de este país.

Ya termine la tarea abuela. Entonces a la cama dijo la abuela, Juancito paso cerca de la abuela, le tomo la mano izquierda la giro hacia un lado y le dio un fuerte beso. Para luego tirarse sobre la cama que compartía con su abuela. Y grito "abuela que cuento me contaras". Hoy te contare el Cipitio dijo la abuela.

El Cipito

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Ese niño panzón no me gusta mucha abuela, se pasa todo el día haciendo bromas, además es muy cabezón y feo. Juancito no debemos juzgar a nadie sin antes conocerlo, un ser humano no se mide por su altura, o por el color de su piel, un ser humano se mide desde la tierra que pisan las plantas de sus pies hasta el infinito, el color del ser humano se mira únicamente en la oscuridad. No te entendí abuela, mejor cuéntame el Cipito. La abuela le dio un fuerte beso y comenzó su relato.

Érase una vez en un país muy cercano vivía una señora con un niño como de tu edad, a este niño le gustaba tratar mal a todos los niños más chicos que él. Si eran gorditos se burlaba porque eran gorditos, si eran flaquitos se burlaba porque eran flaquitos, si eran negritos, por negritos, si eran blancos por blanquitos, se burlaba de todos los niños que no fueran como el. Este niño y otros más formaban un grupo de niños mayores que golpeaban, robaban y trataban mal a todo niño que no fuera igual que ellos, además Juan nunca hacia caso a su madre, decía que él era un hombre y que nadie le diría lo que debía hacer.

Un día fue al bosque, y justo cuando trataba de matar con una vara, a una mariposita que jugaba sobre una flor, un pequeño pedacito de pan le rozo el hombro, el niño giro su cabeza y busco quien había lanzado el pedacito de pan, pero no vio a nadie, levanto nuevamente la vara para matar a la mariposa, cuando otro pedacito de pan le golpeo el otro hombro, el niño como tenía muy mal carácter, comenzó a gritar y a decir malas palabras.

No ocurrió nada, el bosque seguía en silencio, el niño volvió a levantar la varita para matar a la mariposa, pero está ya no estaba en el mismo lugar, para sorpresa del niño, la mariposa se había posado sobre el sombrero, de un niño, más pequeño que el, este tenía una panza grande, los pies chicos, y su cabeza era inmensa, estaba comiendo un pedazo de pan.

El niño malo cuando vio al niño, cabezón, panzón y feo no soporto más y echo a reír, y burlarse del otro pobre niño. El niño malo levanto la varita para golpear al niño, cabezón, justo cuando la varita estaba por golpear el sombrero del niño feo, el bosque cambio de color, el verde se hizo gris, el blanco se hiso, rojo, el día se hiso noche, el sol se volvió luna, el calor se convirtió en frio, el bosque enmudeció. El niño malo se asusto quiso correr pero sus pierna, no obedecieron quedo, completamente paralizado. Una voz fuerte, sonora, una voz que no daba miedo hablo, y dijo: Nunca hagas lo que no quieras que hagan a ti. Nunca digas lo que no quieras que te digan a ti.

El niño malo no sabía lo que estaba pasando, comenzó a sudar, las piernas le temblaban, sentía frio, sentía que la saliva de la boca se le terminaba y esta se resecaba sentía que los labios se partían, su corazón comenzó a palpitar a una velocidad increíble.

De repente el bosque recobro los sonidos, el gris volvió a ser verde, el rojo regreso a ser blanco, la noche volvió a ser día, la luna volvió a ser sol, el frio volvió a ser calor.

El niño malo respiro aliviado el terror había pasado, se burló del niño del sombrero grande que tenía frente a él y grito, "Me asustas pero por feo, me asustas por barrigón, me asustas por cabezón", "vete de mí vista si no quieres que te golpee", ante estas palabras el niño cabezón se quitó el sombrero, y para la sorpresa del niño malo, frente a él estaba el niño más hermoso que jamás hubiera visto, era un niño de ojos color miel, piel bronceada del color de los caobas, unos dientes blanquísimos, dentro de una boca roja como una rosa, su cabeza estaba coronada por una cabellera, color negro hermosísima, con un cuerpo perfecto, el hermoso niño abrió la boca y dijo "Hola mi nombre es Cipitio", ¿Cuál es tu nombre?, "me llamo Juan" dijo el niño malo.

Al escuchar su nombre Juancito abrazo a su abuela y dijo, Abuela me tienes que cambiar el nombre, porque este otro Juan ya nos Jodio el nombre a todos los Juanes que somos buenos. No Juancito el nombre no dicta la actitud y la moral del ser humano dijo su abuela. Sigue con el cuento pidió Juancito, y la abuela continuo.

Pero cuando Juan hablo sintió que su voz era diferente, el timbre era distinto, el niño se extrañó al escuchar su propia voz, se llevó la mano a la cabeza y sintió que tenía un sombrero puesto, bajó su cabeza y vio que sus pies habían crecido, palpo su estómago y descubrió estaba abultado.

Hay Cipitio que me pasa grito el niño, "ayúdame por favor" gritaba no quiero ser tan feo. El Cipitio se acercó a él y le dijo desde este momento, tu físico pasara a ser idéntico al del Cipitio, para que sufras el dolor que ocasionas a quienes son diferentes a ti.

Después de pronunciar esas palabras el Cipitio como por arte de magia desapareció, dejando solo a Juan el niño malo, este comenzó a llorar inconsolablemente, cuando una voz se escuchó a lo lejos que decía: 3 preguntas te haré 3 respuestas esperare, adivínalo y te recompensare, escucha y no olvides tu vida me pertenece y no te la daré hasta que las 3 respuestas un día me traeres, no pidas nada mientras las 3 repuestas no me informareis. Mi primera pregunta escucharas y la respuesta esperare, Juan escucha que la diré.

"Tengo una cara y tengo manos que las muevo al compás, pero no tengo brazos que mover, ni piernas para poder caminar." Respuesta uno esperare.

Mi segunda pregunta escucharas y la respuesta esperare, Juan escucha que la diré.

" Yo no hablo, no puede oír, pero siempre que me veas la verdad te reflejare". Respuesta dos esperare.

Mi tercera pregunta escucharas y la respuesta esperare, Juan escucha que la diré.

"Tengo un solo ojo pero no puedo ver". Respuesta tres esperare.

Mis preguntas e formulados 6 días esperare, si no hay respuesta como Cipitio te quedares.

El bosque quedo en silencio, lo único que se escuchaba era el viento, Juan se sintió triste, y corrió a su casa, pero justo a medio camino el Cipitio se apareció y dijo, todos los buenos te verán como un niño normal, únicamente los malos como Cipitio te miraran, pero al sexto día mis respuestas esperare o con migo te llevare. Puf desapareció dejando únicamente un fuerte olor a pan francés acabado de hacer.

Juan corrió a su casa se vio en el espejo, y cuando se vio se horrorizo estaba convertido en un Ciptio, cabezón, panzón y de patas grandes y tenía puesto un gran sombrero, al ver su imagen grito desesperado ¡mama!, ¡mama!, ayúdame por favor, mira en lo que me ha convertido el Cipitio, ayúdame madrecita linda, ayúdame, sus lágrimas mojaron toda su ropa. Juan estaba desesperado, lo que había visto en el espejo era horrible, y él no quería verse así que pensarían sus amigos.

Al escuchar los gritos su madre corrió hacia donde estaba Juan y a verlo pregunto ¿Qué pasa hijo mío?, Juan grito mamá ayúdame mírame como me puso el Cipitio, su madre lo tomo entre los brazos y dijo, ¿en qué te ayudo hijo? si todo parece normal. Juan recordó lo que el Cipitio dijera, "únicamente las personas de mal corazón te verán convertido en Cipito, los de buen corazón a Juan verán".

El niño pensó que todo era un sueño y corrió nuevamente hacia el espejo, pero al ver su imagen comenzó a llorar nuevamente, seguía siendo feo como el Cipitio.

Juan no comió nada esa noche, fue directamente a la cama a dormir.

El reloj con su Tic-tac, tic-tac lo despertó a las 7 de la mañana, corrió hacia el espejo vio su reflejo se puso triste, no había cambiado, lo que él pensaba sería una mal sueño, era toda una realidad, y dijo mamá este día no iré a la escuela. Pero a su madre no le importaron las excusas de Juan, lo obligo a ir a la escuela.

Cuando llego a la escuela todos los niños que eran sus amigos lo vieron e inmediatamente lo trataron mal, le golpeaban la cabeza, le halaban el pelo, le decían muchas cosas malas. Un niño vio todo lo malo que le hacían a Juan, y aun a costa de su propia seguridad corrió a tratar de ayudarle. Juan parece que tus amigos no te quieren mas dijo. Ante esto juan pregunto ¿Cómo sabes que soy Juan? Como no voy a saber quién eres si durante todo el año escolar te has burlado de mí, y me han golpeado tú y tus amigos. Pasaron tres días y sus ex amigos seguían viendo al niño feo en que juan se había convertido. Juan se entristeció mucho, la única persona que lo protegía de los otros niños era a quien el más mal había tratado.

Al cuarto día Juan regresaba a casa cuando sintió que le costaba caminar, uno de sus pies se había girado completamente, el pie apuntaba hacia atrás, Juan pudo ver las huellas que dejaba, al caminar y se horrorizo, como era posible que el pie se deformara de esa manera, corrió hacia su casa y nuevamente fue al espejo, pero su reflejo era el mismo seguía siendo un Cipitio. Su madre estaba sentada con una aguja cosiendo un pantalón de Juan, y dijo hijo, vino un niño y trajo este nota en blanco para ti, me dijo que tú entenderías que es.

Juan tomo la nota y la observo, y tan pronto la abrió vio las tres preguntas que el Cipitio le formulara anteriormente y en la parte inferior decía,"3 días más te daré y mis 3 respuestas esperare o en Cipitio te convertiré". Tan pronto Juan leyó la nota el otro pie se giró al contrario, ahora sus dos pies apuntaban hacia atrás. Mama ¿tú ves algo raro en mí? Pregunto Juan, a lo que su madre contesto no hijo, lo único raro que veo en ti es todas esas preguntas que me haces.

Su madre como era de buen corazón, no veía en lo que su hijo se estaba convirtiendo.

Ante la respuesta de su madre Juan pensó, al parecer los únicos que me miran feo son los de corazón malo, entonces el problema no es muy grande, evitare a los de mal corazón y únicamente me moveré entre los que sean buenos. No había terminado de pensar esto cuando escucho la voz del Cipitio que decía: Tres preguntas formule, tres respuestas esperare, tres días más aguantare, y si respuestas no me dares, en Cipitio te convertiré, buenos y malos como Cipito te miraran, porque en eso te convertiré". Juan se asustó ya que no tenía la respuesta a las 3 preguntas, su corazón palpitaba a un millón por minuto, sudaba como si se estuviera bañando, sentía que se moría.

Que hago se preguntaba. Justo en ese instante tres golpes sonaron en la puerta de su casa, su madre abrió y grito, Juan te buscan tus amigo. Juan fue a la puerta y vio a los amigos de su pandilla, estos lo invitaron a salir e ir al campo, Juan se sorprendió al verlos a todos y pensó que el hechizo se estaba desvaneciendo que todo era una mentira, que el Cipitio no existía, todo era una fantasía.

Juan de lo más feliz caminaba con sus amigos, y hablaba con ellos, pero algo no estaba bien, ninguno de ellos le contestaba, todos iban completamente en silencio. Tan pronto llegaron al campo, dos de los niños lo tomaron por los brazos, mientras los otros lo amarraban, para luego colgarlo por los pies en un árbol, acto seguido comenzaron a burlarse de él y golpearlo con unas ramas, mientras le gritaban que era un niño bien feo, y que ellos no querían ser amigos de alguien tan feo como el, no querían ser amigos de alguien tan distinto a ellos.

Juan lloraba con cada golpe recibido, pero su mayor dolor era el ver a sus mejores amigos hacer esto. Todos estaban golpeándolo y gritándole cosas feas, cuando los arboles desaparecieron, los pájaros dejaron de cantar, los grillos callaron, el viento dejo de soplar y una fuerte voz como de ultratumba, resonó por todo el campo diciendo: Humanos injustos que juzgáis a cualquiera que no se parezca a ti. Que maltratas al que no piensa como vosotros, que discriminas al negro por negro, al gordo por gordo, al flaco por flaco. Humanos injustos que nunca pensáis que las palabras duelen más que los golpes. Humanos injustos que sois egoístas, que no os gusta que otro ser humano este mejor de lo que tu estáis. Humanos injustos.

El campo se llenó de muchas voces que lloraban de dolor. Esto asusto mucho más a los niños que tenían amarrado a Juan, y trataron de huir, pero no podían no tenían pies, sus pies había desaparecido, todo lo que quedaba de ellos era el torso. Todos comenzaron a gritar y a llorar como niños que eran.

En esos momentos se apareció un niño muy hermoso, estos al verlo le gritaron que les ayudara, a lo que el niño pregunto ¿Por qué tengo que ayudaros? Si vosotros hacéis daño a todo aquel que no os cae bien, si vosotros maltratáis y golpeáis a todos los demás. No grito el mayor de los niños nosotros no hacemos daño a nadie.

Hay abuela ese Cipitio sí que habla bien raro dice, maltratáis, golpeáis. Abuela si nosotros no hablamos así. No Juancito el Sipito habla el castellano como es debido sin tanto modismo. Abuelita ya estás tan viejita que se te olvida que nosotros hablamos español y no castelluno o como se diga. Pero sigue con el cuento mi viejita chula. Juancito tomo la mano de su abuela y le planto un gran bezo.

Como te decía continuo la abuela. El niño hermoso rio con una riza que resonó por todo el campo, y se convirtió en uno de los niños, a los que ellos habían golpeado e insultado durante mucho tiempo, y pregunto ¿sabéis quién soy? Todos recordaron al niño del que ellos se burlaban, golpeaban y robaban cada vez que lo veían.

Yo Cipitio os condeno a ser arbustos, a no moveros nunca de este lugar, nunca nadie sabrá que paso con ustedes, pero ustedes seguirán siendo los mismos chico malos, sentirán el frio de la noche, el calor del día, la lluvia os mojara, y sufrirán por toda la eternidad, jamás envejecerán. No por favor no hagas eso gritaron, te juramos que seremos buenos y nunca más haremos daño a nadie. La oportunidad la tuvieron, la oportunidad se les dio, y únicamente un buen corazón los podrá salvar. Pero como nos podrá ayudar alguien si no puede vernos, si lo único que verán son los arbustos en que nos has convertido dijo uno de ellos.

¡Huy abuela! Creo que yo me mie en uno de esos niños. Porque dices eso pregunto la abuela. Porque el arbusto que tenemos en la casa ese, que está junto a las rosas, me gusta ir y miarme en el, y siempre que lo hago mueve sus ramas como queriendo quitarse. Juancito te prohíbo que te orines sobre las plantas. Está bien abuelita no lo hare más. La abuela continúo con el cuento.

El Cipitio ha hablado el Ciptio se va los arbustos se quedan, los niños malos vivirán, pero nadie jamás los vera. No había duda todo estaba perdido.

Los niños comprendieron que no tenían salvación, estaban condenados a ser arbustos y no moverse nunca de ese lugar, gritaron y lloraron, y trataron de moverse, pero era imposible el Cipitio los había condenado.

Todos lloraban menos Juan que amarrado de los pies no había escuchado nada, ni visto nada, ya que de un fuerte golpe que le dieron perdió el conocimiento y se durmió.

Al despertar vio que no había nadie a su alrededor únicamente varios arbustos que él no había visto anteriormente, hizo un esfuerzo casi inhumano y logro soltarse del árbol, y como costal de papas cayó sobre uno de los arbustos.

¡ja, ja, ja, ja¡ se rio Juancito, la abuela pregunto ¿de qué te ríes? Hay abuelita ese niño si se quebró el culo cuando cayó del árbol. ¡Juancito cuidado con ese lenguaje!. Dijo la abuela y continúo.

Al caer Juan creyó escuchar al arbusto quejarse cuando este le cayó encima.

Con mucho dolor en su cuerpo por los golpes recibidos de sus amigos se fue a su casa. Tic-tac, tic-tac se movía el reloj, era un nuevo día, Juan se vio en el espejo pero el reflejo era el mismo, seguía siendo Cipitio.

Este día necesito dar la respuestas pensó y no tengo respuestas a las preguntas de Cipitio. ¿Qué haré? se preguntó.

Por la tarde invito a su nuevo amigo para ir donde lo habían colgado y golpeado sus ex amigos, porque Juan ya no quería ser amigo de ellos eran muy malos.

Estaba sentado sobre el pasto con su cabeza sobre un arbusto, cuando a Juan le pareció escuchar una voz que decía ayúdanos, por favor ayúdanos, Juan se levantó sobresaltado viro para todos lados pero no vio a nadie, únicamente su amigo que estaba lejos de él observando a una mariposa. Juan y su amigo regresaron al pueblo, y se despidieron pero antes Juan le dio un abrazo a su amigo y le dijo, gracias por ver el corazón de la persona y no ver a la persona y olvidar el corazón, el otro niño no entendió pero igual lo abrazo y se despidieron.

Pero el niño antes de irse le dijo, Juan tengo algo que te regalare, un espejito para tu mama, y una aguja para remendar, tómalas y guárdalas que algún día te sirvan. Le entrego los objetos a Juan y se marchó corriendo y saltando. Juan tomo las cosas y las introdujo en la bolsa de su pantalón.

Fue a su casa y sin comer se fue a dormir, no tenía las respuestas, su vida cambiaria, este sería su ultimo día como niño normal, estaba condenado a ser Cipitio por toda la eternidad. Tic-tac, tic-tac el implacable tiempo, que nadie puede detener, todos lo quisiéramos parar, pero nunca lo conseguiremos, eso pensaba Juan cuando vio el reloj las 11:59 PM el día estaba por terminar, este sería su ultimo día.

Se tomó la cara con las dos manos y comenzó a llorar, pensó en su madre, en sus amigos, y pidió perdón a todos a los que les había ocasionado algún daño.

Tres repuestas formule tres respuestas esperare, si respuestas no obtendré en Cipito convertiré.

La casa se ilumino como nunca, la fuerte luz de la estrella del norte invadió a la pequeña casita de Juan, y bajo la luz de la estrella estaba sentado el Cipito, vestía una camisa de manta color blanco, que le quedaba ajustada debido al gran tamaño de su estómago, un pantaloncito negro, sus pies apuntaban hacia el lado de atrás, su gran cabeza estaba cubierta por un gran sombrero de paja, su apariencia daba temor, pero sus ojos y su sonrisa, irradiaban mucho amor, tranquilidad y paz.

Mordiendo un pedazo de pan, hola Juan dijo el Cipitio, espero mis respuestas. Ante esto Juan no soporto más y se echó a llorar, diciendo "no tengo ninguna repuesta a tus preguntas".

El Cipitio respondió. El ser humano nunca busca lo que tiene cerca, siempre quiere lo que no puede alcanzar. El ser humano nunca valora las cosas pequeñas siempre quiere lo que brilla más. El ser humano siempre se fija lo que tienen otros y la envidia los obliga a arrebatarlo. El ser humano nunca es feliz, porque su felicidad está basada en los fracasos de otros. El ser humano nunca puede amar, porque su amor está basado en el amor que el otro le dará.

Juan busca dentro de tu corazón, que lo que necesitas para superar esta prueba y todas la pruebas que la vida te de están en tu interior y más cerca de lo que piensas.

Juan se llevó la mano al pecho y toco su corazón y dijo: todo lo que tengo es soledad, amargura y fracasos, y mi vida no ha sido más que un engaño, mis amigos fueron amigos mientras yo era como ellos pero tan pronto fui diferente me trataron mal y dejaron de ser mis amigos.

Cipitio; merezco ser Cipito; cumple tu promesa y conviérteme en Ciptio. Pero antes, déjame pedir perdón por todo el daño que e ocasionado a otros, que por el simple hecho de ser diferentes a mí los he vejado.

El Cipito respondió: nada de este mundo puedes llevar, donde estarás nada necesitaras, lo material no necesitares. Ante esto Juan recordó que había guardado el espejo y la aguja que le regalara su amigo, y decidió dejaros en la mesa y así no llevar nada material hacia el lugar donde iba.

Introdujo su mano en la bolsa y la punta de la aguja pincho su dedo, tomo la aguja y la saco, en ese instante un fino rayo de la estrella del norte atravesó la aguja, Juan se sorprendió cuando vio esto, y una pregunta se vino a su mente.

"Tengo un solo ojo pero no puedo ver". Juan tomo la aguja la puso cerca de su cara y vio que tenía un agujero que todos llamaban el ojo de la aguja. Comenzó a sudar, su cuerpo temblaba y pensó ¿será posible que tengo la respuesta? Cipitio dijo tengo la respuesta a tu pregunta número tres.

El Cipitio contesto tres preguntas te hare, tres respuesta esperare, si la respuesta tres sabéis esta respuesta me daréis. "Tengo un solo ojo pero no puedo ver" respuesta esperare.

¡Es la aguja! Contesto Juan. Tres preguntas formule, tres respuestas esperare, una aceptare, dos repuestas esperare.

Juan seguía sudando pero ya no de temor, había contestado una de las preguntas, cuál será la otra dijo, saco el espejito de su bolsa y a ponerlo iba sobre la mesa cuando vio su reflejo, y se recordó de la pregunta número 2 "Yo no hablo, no puede oír, pero siempre que me veas la verdad te reflejare".

Con un nerviosismo incontrolable dijo: Cipitio tengo la respuesta a tu pregunta número dos.

El Cipitio contesto tres preguntas te hare, tres respuesta esperare, si la respuesta dos sabéis esta respuesta me daréis. "Yo no hablo, no puede oír, pero siempre que me veas la verdad te reflejare". " respuesta esperare.

¡Es el espejo! Dijo Juan.

Tres preguntas formule, tres respuestas esperare, dos aceptare, una repuesta esperare.

Juan se movía de un lado a otro, había contestado dos preguntas, pero cuál era la tercera, miraba para todos los lados pero no lograba adivinar, ¿cuál podría ser la respuesta correcta?.

No era posible, después de estar tan cerca de librarse de este hechizo, no sabía la respuesta correcta, el tiempo se acaba dijo Juan, y giro su vista a el reloj que casi marcaba el inicio del nuevo día, vio la agujas de reloj moverse, y el mundo brillo en su pequeña mente, como era posible todas las respuestas estaban al alcance de su mano, como era posible que el ser humano buscara tan lejos, cuando lo que más quiere y necesita está al alcance de su mano.

Cipitio tengo la respuesta a tu pregunta número uno.

El Cipito pregunto "Tengo una cara y tengo manos que las muevo al compás, pero no tengo brazos que mover, ni piernas para poder caminar.". El Cipitio continuo tres preguntas te hare, tres respuesta esperare, si la respuesta uno sabéis esa respuesta me daréis.

Es el ¡reloj! Es el ¡reloj! Es el ¡reloj! Gritaba Juan eufórico y ahora temblaba más que nunca, estaba seguro que esa era la respuesta correcta. La luz de la estrella brillo con más magnitud el Cipito se convirtió en el niño hermoso que era, con una bella sonrisa, sus ojos color miel, dijo: Juan, Cipitio no serás, el hechizo desharé, pero tu vida marcare, y nunca te olvidare.

Y desapareció todo oscureció. Tic-tac, tic-tac un nuevo día.

Juan se levantó se vio en el espejo y vio al niño que antes era, corrió a abrazar a su mama, le dio un beso grande en la frente, y le dijo te quiero mucho mamá, tomo su desayuno lo más rápido que pudo, y corrió hacia su escuela. Tan pronto llego vio al niño que le regalo el espejito y la aguja, lo abrazo y le agradeció por los regalos.

El niño no sabía lo que pasaba, ¿de que regalos? hablaba Juan, él nunca había hablado con él, porque cada vez que el niño se topaba con Juan este lo golpeaba, y le robaba todo lo que llevara consigo.

De que hablas pregunto un poco temeroso el niño, si yo nunca te he regalado nada. Juan frunció el ceño y dijo en voz alta, todo ha sido una mentira. Pero he aprendido mi lección y esto nunca lo olvidare. Volvió a abrazar al niño y le dijo: desde este momento serás mi amigo.

Justo en ese instante aparecieron los otros amigos malos de Juan, lo saludaron y trataron de golpear al otro niño, al ver esto Juan se paró frente a ellos y grito; nunca más golpearan y robaran a nadie, porque si lo hacen tendrán que vérselas con migo.

Todos callaron únicamente el mayor de ellos hablo y dijo. Juan todo lo hacíamos porque tú nos lo pedias, pero a nosotros no nos gusta golpear o robar a nadie. Además anoche por algún motivo todos tuvimos el mismo sueño horrible, soñamos que un niño nos convertía en arbustos.

¿Qué día es? pregunto Juan, es martes le contestaron, ¡martes! Dijo juan entonces únicamente ha transcurrido una noche esto fue únicamente un sueño.

Vamos todos que tenemos muchas cosas buenas que hacer dijo Juan, y tomo del hombro al otro niño y todos corrieron felices y nunca más volvieron a hacer daño a nadie. Juan siempre encontraba un pedazo de pan sobre su almohada.

Vez abuela es el Cipitio que me deja esos pedazos de pan francés duros sobre la almohada, ves no soy yo el que los esconde dijo Juancito. Hora de dormir mi niño precioso, dijo la abuela, Juancito se lanzó a la cama y durmió.

Los años pasaron los cuentos siguieron, el niño se hizo hombre.

Juancito se enjuagaba las lágrimas y dijo todo esto es lo que me conto mi abuela, a quien agradezco haberme hecho el hombre que soy, y pido a Dios que mis hijos conozcan a un mujer como la que me crio. Que Dios lleve su alma, y todos los acá presentes sabemos que donde este mi abuela seguirá educando.

Y como me dijo mi abuela. La educación del ser humano no se mide por título que lleva antes de su nombre, se mide por el amor que da a los menos favorecidos, se mide por la falta de soberbia, se mide por la humildad y no por el título que arrastras a cuestas.

El lugar estaba abarrotado, no cabía una aguja en el, todos estaban tristes pero felices de haber conocido a esa mujer que los había educado, que había entregado su vida para hacer de todos, y cada uno de ellos seres de bien.

A sus 28 años Juancito lloro sobre el féretro de su abuela, y juro nunca dejar de ser Juancito y dijo Abuela "presidente nunca".

Todos los habitantes del pueblo acompañaron al Ingeniero Juan Delgado a enterrar a su abuela.

FIN

Para mis nietos, Gustavo y Jacob gracias por alegrarme la vida.

Con mucho amor y agradecimiento a Nelly Joya. Esa mujer que por más
de 34 años ha soportado mis locuras. Quien es mi fortaleza en momentos
difíciles, a esa mujer que me enseño el amor, y aun lo sigue haciendo.
Sin esa maravillosa mujer esto nunca hubiese sido posible.

Thank you Miss Joya, I love you.

I will love you until the last breath of my life

 

 

 

Autor:

Jorge A. Joya

1 ©Copyright Jorge A. Joya 2015

Partes: 1, 2
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